Desde hace varias décadas, nuestro país muestra un retraso significativo en el área de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI). Si comparamos con el promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) nuestro país invierte 8 veces menos en Investigación y Desarrollo; la cantidad de personas dedicadas a ésta área es 9 veces menor, publica hasta 6 veces menos artículos de investigación y se realizan hasta 20 veces menos aplicaciones de patentes. Como colofón, la deficiente infraestructura institucional y organizacional que pudiera dar soporte al sector de CTI en México ha hecho que nos encontremos en el último cuartil de la clasificación internacional en innovación y creatividad.
El éxito de CTI en un país se debe al conjunto de esfuerzos por parte de diferentes actores, tanto en el sector privado como en el gubernamental, instituciones académicas y la misma sociedad civil.
Cada país de éxito en CTI ha encontrado diferentes fórmulas para la generación, diseminación y absorción del conocimiento; aún así, se puede observar un patrón común entre estos países respecto a las responsabilidades que toman los diferentes actores y lo crítico es que en México el patrón es inverso al promedio de los países miembros de la OCDE. Mientras que en países con ecosistemas CTI exitosos el financiamiento el financiamiento y la ejecución de la inversión en Investigación y Desarrollo es liderada por la iniciativa privada en 2 terceras partes, en México el peso lo carga el gobierno en 4 quintas partes.
Por décadas se ha propuesto soluciones para llevar a México hacia una economía del conocimiento, hasta ahora sin éxito. Se requiere de la responsabilidad compartida entre el gobierno y el sector privado, con la intervención de instituciones académicas y la sociedad civil.
Los actores del sector privado deben verse como lo que son: los agentes principales de destrucción creativa. Lo anterior más allá del tradicional departamento de I&D, recurriendo a mecanismos de innovación abierta, emprendimiento corporativo, incubadoras y aceleradoras y el crowdsourcing.
Por su parte, el gobierno debe iniciar con el crecimiento sostenido de la inversión en I&D con visión, tomando un papel de Estado Emprendedor que instrumente y facilite el proyecto de transformación económica y social vía CTI. No hay recetas mágicas, pero sí debe haber una consideración de CTI como elemento estratégico, lo cual implica un proceso nacional de planeación, prospectiva, y control, incluyendo la cultura, historia e idiosincrasia de nuestro país.
En el anterior contexto, las instituciones académicas tienen un papel crucial como catalizadores del cambio hacia la CTI. El cambio hacia una economía basada en la CTI es un proceso largo que requiere tiempo, es gradual y orgánico.
La pandemia de COVID-19 ha representado una oportunidad para para reconocer el impacto de la CTI en el bienestar económico y social de los países. Un cambio en la mentalidad hacia la innovación y el emprendimiento es esencial.
En Powerclass nuestro objetivo es Ayudar a personas y empresas a incorporarse a ésta nueva mentalidad, mejorando sus actividades, aumentando su productividad mediante herramientas que faciliten su transformación digital.
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